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jueves, 9 de julio de 2009

La crisis de los alimentos provoca una relación entre el hambre y la obesidad en busca del control del negocio de la comida de las empresas nacionales



En estos últimos años, en la Unión Europea se ha comenzado a notar un incremento en la cantidad de personas obesas. Como contrapartida también se siguen notando una cantidad considerable de personas desnutridas que pertenecen a las clases mas bajas.
En muchos casos el hambre y la obesidad habitan en el mismo país. El hambre es el resultado de la desocupación, de la falta de ingreso a la familia pero la obesidad es producto de la sociedad, de cultura. Las empresas multinacionales tratan de imponer mediante la publicidad sus productos, comidas rápidas en general, sin valores nutricionales, llenos de grasa. Las personas como tienen un ritmo de vida bastante acelerado optan por comprarlas sin saber el daño que le producen a sus organismos.
La obesidad es un problema grave que afecta a varios países miembros de la Unión Europea. En el mapa anterior se puede ver como una gran parte de la población tiene obesidad o sobrepeso.
España es el país con más personas con sobrepeso representando el 33% de la población de ese estado y el 11% presenta obesidad.
El hambre también es un problema que afecta varias regiones del mundo, pero especialmente a la Unión Europea. Sin embargo, por la crisis que se registra actualmente se ha incrementado notablemente los precios de los alimentos y se nota una baja en la cantidad de productos de consumo diario.

Directos del hambre a la obesidad
El sobrepeso se convierte en epidemia también en los países emergentes - El estilo de vida urbano y la comida basura alteran la dieta tradicional
JORGE MARIRRODRIGA 11/07/2008

En los países pobres ya no sólo se muere de hambre, sino también por comer demasiado. En un planeta donde cada dos minutos la falta de comida mata a un niño, la obesidad evitable se está convirtiendo en una pandemia.
Desde diversos organismos internacionales se ha lanzado una voz de alarma que advierte de que ya no se trata sólo de un problema sanitario de los países ricos, sino que también en los llamados emergentes el número de obesos aumenta sin freno. Mientras unos 300 millones de personas en todo el globo sufren graves problemas de salud debido al excesivo sobrepeso, a otros 815 millones les pasa lo mismo pero por falta de alimento. Y lo peor es que muchas veces ambos grupos conviven dentro de las mismas fronteras. El fenómeno comienza a ser conocido como "la obesidad de la escasez".
No hay que engañarse ni estigmatizar. Obesos habrá siempre porque se trata de una característica genética. Una situación que más allá de las consideraciones estéticas, pasajeras según las épocas, afecta a la esperanza de vida y a su calidad. La obesidad fatiga el sistema vascular y a algunos órganos, lo que produce su deterioro prematuro. Hasta aquí el problema. El escándalo llega cuando esa obesidad aparece en personas que no deberían serlo y llegan hasta ello por lo que parece la aplicación sistemática de un régimen destinado a acortar su vida. Sobrealimentación y sedentarismo están en la base del fenómeno, y a estos dos factores se unen, dependiendo de la región del mundo, otros de carácter sociocultural.
El Organización para la Agricultura y la Alimentación (FAO), el organismo de Naciones Unidas encargado de luchar contra el hambre, detectó a finales de los años noventa un alarmante aumento de personas con sobrepeso -que estrictamente no es obesidad pero sí el paso previo- en los países en vías en desarrollo, en los que hay zonas donde existe la subalimentación. Así, en China en sólo tres años el sobrepeso aumentó en un 15%, y en Brasil hasta en un 40%. El mismo fenómeno se repetía en los países del África subsahariana donde abunda el hambre. La FAO constató además que la enfermedad de la obesidad avanzaba a medida que aumentaba el nivel de ingresos: afectaba sobre todo a mujeres de zona urbanas y formación escolar. Por el contrario, en lugares como Latinoamérica las personas de clase acomodada son más delgadas que las de menores ingresos.
La FAO lo dice claro: lo primero es combatir el hambre en el mundo. Pero no por ello considera un riesgo menor el sobrepeso y la obesidad, que en algunas zonas como Oriente Próximo y el norte de África afecta casi al 50% de las mujeres.
Una de las razones que se apuntan para este desequilibrio no es sólo la introducción en los países emergentes de estilos de vida propios de los países desarrollados, sino también de alimentos producidos en estos últimos o según sus estándares: comidas sobresaturadas de grasas o azúcares con abundante empleo de otras sustancias como hormonas de crecimiento rápido, antibióticos o estabilizantes, colorantes y saborizantes. Todo ello además promocionado de manera avasalladora. Baste como ejemplo que la industria alimenticia gasta al año en torno a los 40.000 millones de dólares en publicidad. Una cifra superior al total de los ingresos del 70% de los países del mundo y 500 veces más de la cantidad que todos los Estados juntos gastan en promover programas para convencer a la población de que siga una dieta sana.
Y a ello hay que unir la tradición en unos casos y la necesidad en otros. En la cultura mediterránea siempre se ha considerado que la gordura de los niños es síntoma de salud. De hecho, donde hay más niños con sobrepeso es en Portugal, España, Grecia, el sur de Italia y Oriente Próximo.
Según la Asociación Internacional para el Estudio de la Obesidad, de los 75 millones de menores que viven en la Unión Europea, 22 millones presentan sobrepeso y más de cinco millones sufren obesidad. Cada año, unos 300.000 jóvenes ingresan en las estadísticas del sobrepeso sin que exista ninguna iniciativa a escala comunitaria para hacer frente al problema. Hay veces en que la excesiva gordura viene marcada por la tradición centenaria. En el Pacífico Sur la obesidad es indicio de nobleza y son famosas las anécdotas de los monarcas de las islas Tonga y sus asientos especiales para aguantar su peso.
Pero hay otros ejemplos más dramáticos. En África el subconsciente colectivo ha decidido combatir una pandemia con otra. Ante el avance imparable del sida que está diezmando poblaciones, muchas mujeres y hombres optan por estar obesos como símbolo no sólo de prosperidad económica sino sobre todo de salud. En lo que constituye un dramático y peligroso engaño, se considera que una mujer o un hombre obesos no pueden tener el sida porque esta enfermedad es identificada con personas extremadamente delgadas, algo real únicamente en los últimos años de vida de los enfermos pero no cuando son seropositivos y pueden contagiar el virus VIH.
El problema afecta prácticamente a todos los países del mundo, pero se hace especialmente paradójico en aquellas naciones donde existe la desnutrición. En el norte de Argentina, en la región de Chaco, los profesores salieron a las calles hace menos de un año para denunciar que los niños se dormían en clase de hambre y que las escuelas estaban cambiando su papel de ser lugares de enseñanza por el de comedores donde los pequeños en muchas ocasiones ingieren su único alimento diario. En paralelo, el Congreso se encuentra tramitando una ley para que la obesidad sea considerada una enfermedad por la seguridad social, y por tanto su tratamiento quede sujeto a ésta. La iniciativa parlamentaria que se discute establece como "de interés nacional" la prevención y control de los trastornos alimenticios.
En México, el Instituto Mexicano del Seguro Social ha optado por editar millones de copias de un recetario contra la obesidad. Las autoridades estiman que si no se modifican los hábitos de alimentación en dos años, el país azteca puede tener hasta 14 millones de obesos mayores de 35 años. El propósito del Gobierno es evitar que sus ciudadanos se entreguen a la comida basura, allí denominada comida chatarra.
Y la luz roja también se ha encendido en otro país emergente como Perú, donde el Gobierno ha constatado cómo la población pobre cada vez es más obesa pero no precisamente por una buena alimentación, sino por el abuso de grasas saturadas y poco consumo de agua.
De esta manera abrupta, las administraciones públicas de los países emergentes que tienen que dedicar un importante porcentaje de sus recursos a tratar de sacar a importantes sectores de su población de la pobreza -por ejemplo, de los 180 millones de brasileños el 23% son pobres- se ven obligadas a hacer frente a un problema de salud pública de primer orden que, lejos de apagarse, va in crescendo.
Y en las televisiones y diarios ya no se comentan en tono de broma iniciativas como la adoptada por el Gobierno japonés de multar a las empresas que contratan empleados con sobrepeso. El Ministerio de Sanidad, que tiene que realizar ingentes esfuerzos para lograr que la atención primaria llegue a toda la población, se pregunta de dónde sacará los recursos para hacer frente al estallido de diabetes que la Organización Mundial de la Salud augura en todo el planeta para 2020 por culpa del sobrepeso.
La receta contra esta situación es repetida una y otra vez desde todos los estratos académicos y gubernamentales: alimentación equilibrada sin abusar de grasas y azúcares y ejercicio moderado. El problema es cómo acomodar esta teoría a un modo de vida cada vez más sedentario, con menos tiempo para preparar los alimentos y con la tentación siempre a mano de una comida rápida, barata, al alcance de todos, aunque no sea sana. Eso, y lo que aseguran cada vez más autores y estudiosos del tema: el hombre del siglo XXI está encerrado en un cuerpo del paleolítico y uno de los dos no está preparado para aguantar la combinación tal y como se está estableciendo en las mesas de todo el mundo hoy día.

http://www.elpais.com/articulo/sociedad/Directos/hambre/obesidad/elpepisoc/20080711elpepisoc_1/Tes

En los países desarrollados muere una gran cantidad de personas con obesidad y sobrepeso, no por esta enfermedad en si, sino por otras enfermedades derivadas de esta.
Se registra en los países desarrollados en general, y en la Unión Europea un número notable de personas que va incrementando, las cuales poseen una enfermedad denominada diabesidad. Esta enfermedad es producto de la obesidad, actualmente considerada una epidemia, y la diabetes. La diabesidad es producida por el consumo de comidas rápidas, y la falta de ejercicio.

Para más información sobre la diabesidad:
http://ec.europa.eu/research/rtdinfo/51/article_5129_es.html

En la UE, se observa una cantidad notable de niños, con obesidad infantil, lo cual preocupa considerablemente a los gobiernos europeos. Como se considera a la obesidad una enfermedad, el gobierno tiene que destinar una gran parte de los fondos al tratamiento de esta.

http://www.eliceo.com/files/2008/03/obesidad-infantil.jpg
En esta imagen se puede ver claramente como las empresas multinacionales de comidas rápidas son un factor muy influyente en la salud de las personas.

La crisis de los alimentos, por su parte juega un papel muy influyente, ya que se esta comenzando a sentir la escasez de productos alimenticios en las góndolas y además los precios son mucho mas altos de lo acostumbrado. Por el ritmo de vida europeo, la población prefiere comer en lugares de comida rápida, no siendo conciente de lo perjudicial que es. Por su parte la Unión Europea ha tomado medidas gubernamentales con respecto al dinero que tiene que otorgar para que la obesidad pueda ser combatida, pese a que el número de personas que la padecen continúa aumentando.